El uso de las urgencias hospitalarias se ha banalizado sobremanera, más cuanto más pequeño y accesible sea el centro. No es igual de larga la espera que se hace para ser atendido en un complejo hospitalario con varios edificios y puertas de urgencias divididas por especialidades, que en un hospital comarcal, donde los especialistas sólo están por las mañanas y el médico de urgencias debe hacer casi todo.
Actualmente trabajo en un hospital de éstos últimos, un hospital comarcal donde el centro de referencia se encuentra a 55 km por carreteras de montaña, y la población de las localidades vecinas acude a urgencias como quien acude a la plaza sin pudor alguno. Algunas frases lapidarias reales que he tenido que atender:
- "Mi padre está ingresado y me duelen las piernas de estar sentada en el sillón de acompañante".
- "Anoche me puse tacones altos y bailé mucho. Ahora me duelen los pies".
- "Se me han acabado las pastillas de la alergia".
- "Estoy resfriado"
El último caso aberrante de urgencias lo sufrí durante hace unos días:
Señora con hemorroides muy dolorosas, que el día antes acude a su médico (por fin una persona en principio inteligente que hace las cosas bien...) y que, ante la falta de mejoría, acude a urgencias. Reconoce que aún es pronto para ver el efecto de la medicación.
Como sanitario me veo en la obligación de comprobar el estado de su patología y explorarla, a lo que la señora se niega "porque con la crema que le mandó su médico se le han metido para dentro".
Le recomiendo analgesia intravenosa si tan afectada está, a lo que la señora cambia el semblante y claramente me dice que no, pero sin dejar de asegurar que le duelen mucho. Le ofrezco entonces "un pinchazo", a lo que la susodicha se niega también, mirándome con cara de miedo, nerviosismo, no saber qué está haciendo allí y no saber porqué le estoy diciendo esas cosas tan raras.
Ante esto me cruzo de brazos y le pregunto "sinceramente, ¿para qué
El esposo, paciente, calmado y al parecer conocedor de dicha patología, le anima por lo menos al pinchazo para que tenga cierta mejoría, a lo que la señora se resigna sin perder el gesto de desconcierto.
Y esto, señores, es una "urgencia".
Gastar recursos es muy fácil, si no gratis. Sólo hay que plantarse en el lugar adecuado y exigir atención. Y que sea rápido, que me cierran las tiendas y tengo muchas cosas que hacer.