miércoles, 2 de marzo de 2016

Especialistas de lo frecuente, conocedores de lo raro.

Soy médico de cabecera, médico de familia, médico de una comunidad, y me siento muy orgulloso de mi elección y mi especialidad. He tenido un programa formativo durante 4 años, tutores de distintas especialidades, obligaciones docentes y discentes (palabro aprendido durante la residencia...). He tenido la posibilidad de salir de mi unidad docente y ver el funcionamiento de otros hospitales.

Me he formado. He estudiado. Soy especialista. No en huesos, ni en el corazón. Especialista en personas.

Personas que quizás no siempre entienden ni saben de toda esa formación, como la persona con la que mantuve esta rápida conversación hace unos días:

"- Ah, mira, ya que eres médico... Me duele desde hace tiempo aquí -Se frotaba el codo intentando localizar el punto exacto de dolor, realmente con cierto nerviosismo, como quien sabe que está haciendo algo fuera de lugar o que no corresponde para el momento.
- Parece una epitrocleítis. No es grave y se debería resolv...
- Me han dicho que era una "trocanteritis posterior" - me interrumpió. No quería meterme en camisa de once varas y no era ni el momento ni el lugar para explicar las diferencias anatómicas entre el húmero y el fémur. Y además no me apetecía discutir el diagnóstico de un compañero:
- Bueno... Son distintas formas de llamar a lo mismo.
- ¿Eres traumatólogo? - No parecía convencida."
Con una sonrisa amable le dije que no, que soy médico de familia, a lo que la mujer respondió asintiendo. En su cara vi la decepción. <<No me vale la consulta entonces. Tendré que buscarme una enésima opinión>> Para ella mi respuesta no tenía el mismo peso que la del médico que la había diagnosticado antes, dándole además un nombre erróneo. No pude saber si era traumatólogo o no, aunque me extrañó el diagnóstico.

Anatomía del húmero, con su troquíter, troquín, epitróclea y epicóndilo.


Anatomía del fémur, con sus trocánteres.



Está claro que no se diagnostica lo que no se tiene en mente.
No quiere decir que nos tengamos que convertir en Dr. Google, pero sí debemos tener claros unos mínimos conceptos, y la anatomía como en este caso, es uno de ellos.


Me duele que algunos pacientes tomen al médico de Atención Primaria como u simple derivador o dispensador de recetas. "Mándeme a tal o cual especialista"
Yo personalmente soy más que eso, e intento que en mi práctica diaria se note.





 Por tus actos te conocerán... Mt 7:15.

miércoles, 17 de febrero de 2016

La desidia mata

Todos sabemos que las urgencias en atención primaria se pueden tratar y manejar con unos recursos muy limitados. Algunos centros de salud/UCCUs no disponen de determinados medicamentos, y en otros sitios lo que hay es personal inepto. Directamente.

Una de las cosas más importantes que hay que dejar de lado en urgencias es la desidia.
El DRAE la define como negligencia, falta de cuidado. El diccionario de María Moliner añade inercia, y la Wikipedia publica "falta de esfuerzo o dedicación para la realización de las tareas necesarias o prescritas".

La desidia mata. Mata por un lado el trabajo, la humanidad en este ambiente nuestro, la relación médico-paciente. Por otro lado puede llegar a matar al paciente, gracias a Dios menos frecuentemente.

Dos claros ejemplos de dejadez por parte de unos "compañeros" que he sufrido recientemente:





El primero, un paciente con dolor torácico de varios días de evolución. Sin más datos que unas breves constantes vitales el paciente es derivado al servicio de urgencias del hospital de referencia. Supuse que lo que necesitaba el médico de atención primaria era una medición de troponinas, aunque bastaba una anamnesis mínimamente decente para saber que su origen no era isquémico sino ansioso-depresivo. Tuve que suponerlo ya que por desgracia este tipo de derivaciones no son escasas en mi medio. Obviamente las enzimas resultaron normales después de casi una semana de evolución del cuadro.

El segundo caso, dolor abdominal y signo de Blumberg positivo. Cuando vi el documento de derivación lo primero que sentí es curiosidad, "¿falta otra parte con más texto?". No, eso era todo. Al igual que en el caso anterior una anamnesis y exploración adecuadas habrían dado el diagnóstico absolutamente sin problemas. Tras reexplorar a la paciente el Blumberg no aparecía por ningún lado y en su caso lo que había era un timpanismo importante en hemiabdomen derecho, discretamente doloroso a la percusión, punto de McBourney negativo y ni atisbo de otros signos de irritación peritoneal. En lo único que coincidían ambos signos era en la localización. Meteorismo sin más hallazgos de interés confirmado por radiografía.

¿Por qué derivar entonces a estos pacientes al hospital? ¿Por qué no ahorrarles el camino a otro pueblo en una zona de montaña, cuando con la anamnesis y exploración se obtiene el diagnóstico en casi el 90% de los casos? 
Desidia. Desgana. No-me-vengas-con-algo-más-complicado-que-un-catarro-que-no-me-voy-a-levantar-de-la-silla. Todas esas cosas. Es demasiado complicado mantener la relación médico paciente cuando es unilateral.

Por suerte estas derivaciones absurdas y pésimamente hechas (a nivel técnico y humano) no matan al paciente, pero sí la relación interprofesional, y acaban mermando las ganas de trabajar de ambos compañeros.
Espero que no se mermen aún las mías, que me quedan muchos años por delante...